jueves, 7 de agosto de 2014

La permuta de Pacheco



Tendría yo 12 años más o menos aquella tarde que salí con un socio del barrio, íbamos para el “Guillermon”, para el cuartel general del equipo de beísbol de Santiago de Cuba, de “La Aplanadora”. Era domingo y como siempre ocurre ese día el juego era en horario vespertino, por eso mi madre y la del amigo del barrio que tenía solo 10 años, nos dejaron ir solos al Estadio, también porque vivo a pocas cuadras y caminando podíamos llegar.

Salimos temprano para coger buenos lugares, pero como era de esperar otros hicieron lo mismo y cuando llegamos ya el estadio estaba casi lleno a pesar de que faltaban 2 horas para el juego. Era la final y el equipo local estaba en sus mejores tiempos.
Finalmente no pudimos sentarnos detrás de primera base como queriamos, en la zona del Home Club, ahí donde la conga santiaguera arma lo suyo y de donde salen los coros que alaban a los locales y denigran a los visitantes: “Se va, Se va …”, “Pierre camina eso…”, Anglada Pitchea tu…, Dime Paletino ahora, Paletino pinga.
Nos sentamos el socio y yo detrás de tercera base y bien arriba en las gradas, un poco lejos pero veíamos bien. Cerca de nosotros dos señores entrados en edad discutían sobre estadísticas de equipos que tenían nombres que parecían de empresas agrícolas: Vegueros, Azucareros, Ganaderos. Entre datos de otras épocas y dos o tres cucuruchos de maní pasaron las 2 horas y comenzó el juego.
No recuerdo los detalles del partido, tampoco el line up de ese día, pude buscarlo y aparentar aquí ante ustedes que soy erudito beisbolero, pero lo de aparentar cada vez va menos conmigo.
Ese día uno de los grandes de la pelota cubana estaba en el montículo, pero en el banco y lesionado estaba otro. Pedro Luis Lazo lanzaba en ese momento y el equipo necesitaba un héroe un Titán, Pacheco estaba en el banco y con un arrojo, un coraje que quizás heredó de algún ancestro mambí (que manía la mía con los mambises), pidió el bate y olvidando los dolores que padecía enderezo el lanzamiento de Lazo mas allá de las cercas del “Guillermón Moncada”.
El estadio se estremeció, creo que todos saltaron a la vez porque tuve la misma sensación de cuando tiembla tierra por acá, quizás los aparatos detectaron un pequeño sismo ese dia, quien sabe. Todos se abrazaron, se saludaban entre desconocidos, igual que cuando dan la paz en la misa de la iglesia católica. Los viejos que discutían al inicio del juego de estadísticas de viejos tiempos nos abrazaron a nosotros como si fuéramos sus nietos: ¡Ese es Pacheco! ¡El Capitán coño!
Ese fue el día que más he disfrutado un juego de pelota, la sensación de euforia que experimenté pocas veces se ha repetido.

Antonio Pacheco está en Estados Unidos ¿y?

¿Quien le dijo a quien lo dijo que perdió el cariño de su pueblo?

Cuanto absurdo, cuanta incoherencia, ¿oportunismo? Pero de qué hablamos, hay techos que son de vidrios … cuidado con las piedras …
Pacheco tendrá las puertas de mi casa abierta cuando decida venir de vista o de regreso y sé que tendrá también la de la mayoría de los Santiagueros y a Santa Ifigenia llegaremos todos, no hay porque ponerse luctuoso antes de tiempo.

Ya me/nos cansa tanto lleva y trae con el que permuta, si, asúmamoslos así como una permuta, dejemos atrás tanta insensatez y avancemos, concentrémonos en todo lo que hoy nos tiene en esta situación precaria en la que estamos y que es la causa de tantas “permutas”.

De los americanos y su ley escribiré otro día.

Pacheco: Aquí en tu tierra se te quiere, te esperamos pronto en Plaza de Marte para que nos cuentes como te ha ido por allá.
Un abrazo Compay.

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